MARK ASO ROLDÁN
Psicólogo Sanitario
Actualizada el 16/03/2020
¿La ansiedad puede, simplemente, desaparecer?
Un paciente, llamemosle Pol, padecía de terror a volar. El simple hecho de acercarse al aeropuerto ya le producía un malestar significativo: ese olor a combustible, a maletas, el ajetreo de la gente, el estrés le hacía tener dolores abdominales e incluso náuseas. Este malestar, que él creía que debía de estar profundamente con la peligrosidad de los aviones, le hacía prestar más atención a relatos aterradores sobre accidentes de avión en periódicos, de colisiones en mitad del aire, de ataques terroristas, de pilotos consumidores de alcohol y cánnabis, etc.
A otro paciente, una mujer llamada Martina, le aterraba realizar presentaciones en público porque temía que le aparecieran granos en la cara en el momento de hablar. Ella siempre había tenido miedo a tartamudear o a que se le olvidaría del contenido de la presentación, pero no era nada desadaptativo ni que le impidiese cumplir con sus tareas laborales. Sin embargo, después de una de las presentaciones, un colega que la felicitó, le aconsejó que usara pasta de dientes para un grano que tenía en la mejilla y que ella no había notado. Aquel comentario fue suficiente, fue el factor clave que precipitó la caída en una espiral de pensamientos y expectativas negativas que afectaron gravemente a su trabajo. Aquello se había convertido en una espiral autocumplida sin ni siquiera darse cuenta.
A Carmen, por su parte, le daba mucho miedo que le ocurriera algo malo a su marido o a sus hijos. Constantemente miraba el reloj cuando su marido se retrasaba cinco minutos de su trabajo. Llamaba constantemente a sus hijos cuando se encontraban en el colegio o haciendo actividades extraescolares.
Los tres llegaron al mismo punto de no-retorno cuando pensaron: «Esto es ridículo ¡Para ya!». Y se lo creyeron. Fue entonces cuando decidieron acudir a terapia y fue entonces también cuando las técnicas sobre el manejo de la ansiedad que les enseñamos en PSICOSALUT empezaron a funcionar de verdad. La ansiedad simplemente desapareció; ya no tenían que gestionarla más, porque gestionar implica prestarle atención, haciéndola real, dándole entidad y fuerza. Cumpliendo la profecía autocumplida en la que entraron sin ni siquiera tener consciencia de ello.
