Autoestima y Autoconcepto
MARK ASO ROLDÁN
Psicólogo Sanitario
Actualizada el 07/04/2020
Definición de Autoestima
La palabra autoestima se compone del prefijo «auto», que procede del griego y significa “por sí mismo”, y «estima», que procede de la palabra latina “aestimare”, y su significado se vincula al hecho de ponerle precio a algo, por lo que implica una valoración o tasación. Así, la autoestima se corresponde con el valor que nos otorgamos a nosotros mismos. Consiguientemente, podemos decir que se compone de una parte cognitivo-social, en lo que convenimos a llamar autoconcepto, formada por nuestras percepciones y las opiniones de los demás, y de una parte emocional, en lo que sería la autoestima propiamente dicha.
El Papel del Autoconcepto
El autoconcepto consiste en una amalgama muy compleja de conceptos o categorías superpuestas. Entre ellas, podemos nombrar nuestras características físicas, intelectuales, emocionales, actitudinales, relacionales, profesionales, escala de valores, étnicas, nacionales, lingüísticas, religiosas, históricas, de clase social, familiares, de género, de identidad sexual, de identidad ideológica, e incluso de gustos musicales, de equipo deportivo, de grupo de amigos, etc. Toda esta mezcla de identidades converge en un mismo punto, en el cual se define la imagen subjetiva de nuestro «yo». Sin embargo, esa identidad de nuestro «yo», no es fija ni estática sino que se construye y transforma a lo largo de nuestra existencia y es lo que hace que seamos diferentes a todas y cada una de las personas de este planeta. Nuestra identidad, por tanto, es compleja, única, irreemplazable, e imposible de confundir con ninguna otra. Esto es lo que nos hace únicos como individuos y, a su vez, nos permite hablar de un «nosotros» cuando una de estas identidades coincide con la de otros.
No obstante, hay que tener en cuenta que nuestra personalidad e inteligencia también juegan un papel muy importante, puesto que nuestra predisposición biológica marca unas tendencias emocionales, relacionales e intelectuales que cruzan transversalmente todas estas categorías de raíz cognitiva.
¿Qué Relación hay entre el Autoconcepto y la Autoestima?
Volviendo a la autoestima, podemos decir que se trata de las valoraciones, positivas o negativas, que hacemos sobre nuestro autoconcepto, es decir, sobre cada una de nuestras identidades por separado y sobre el resultado de ellas en su conjunto (nuestro «yo»). En otras palabras, mientras que el autoconcepto es la definición que hacemos de nosotros mismos y, por tanto, tiene una raíz cognitiva, la autoestima es el juicio sobre esas definiciones y, en consecuencia, tiene una raíz emocional que, a su vez, tiene una direccionalidad (positiva o negativa) y una intensidad (desde la nula importancia hasta la extrema importancia). En la siguiente imagen se ha aplicado tanto la direccionalidad (verde, positivo; amarillo, regular; rojo, negativo) e intensidad (tamaño de la categoría).
Por ejemplo, podemos identificarnos con la categoría «maestro» y, al mismo tiempo, valorarla negativamente como «mal maestro». Esto tiene indudables repercusiones a nivel emocional y de autoestima, especialmente si nos encontramos en nuestra etapa de madurez profesional. También puede ocurrir que nos identifiquemos con una categoría que tiene connotaciones negativas importantes y que, por tanto, puede afectar a múltiples categorías. Siguiendo con el ejemplo anterior, podemos identificarnos con la categoría «vago» y esto puede afectar a otras categorías, como «profesor vago». Por consiguiente, la categoría «vago», adquiere un rol central en relación con otras categorías, llegando incluso a ocupar toda nuestra identidad, la cual cosa quedaría traducida como «soy un vago». Esto tiene consecuencias claras a nivel de conducta y de toma de decisiones: si somos profesores pero también somos vagos, puede que consideremos que no somos buenos profesores y, por tanto, que tengamos que abandonar esa profesión y dedicarnos a otra cosa. Por ello, una buena autoestima nos permite tomar mejores decisiones.
La Jerarquía del Autoconcepto
Como se ha mostrado en la imagen anterior, existe una jerarquía de categorías donde unas juegan un papel más central que otras. En consecuencia, una valoración negativa de alguna de las partes de nuestro «yo» puede tener desde una nula repercusión en nuestra autoestima hasta desestabilizarnos emocionalmente por completo. Por ejemplo, si no somos conductores profesionales, que nos llamen “malos conductores” puede no afectarnos en absoluto, pero si nos dedicamos a la competición, probablemente nos genere emociones negativas. Por otro lado, nuestro género, ideología, y religión, por ser categorías muy generales y tener una relevancia social e histórica muy importante, también tienen un papel central en nuestro Autoconcepto y Autoestima.
Otra característica que puede influir en dichas valoraciones es la modificabilidad de las categorías del autoconcepto. Por un lado, existen aquellas más modificables como, por ejemplo, el estilo de vestir o el color del pelo (aquí dejamos al margen las consideraciones de identidad grupal), y otras prácticamente inmodificables, como pueden ser el sexo, la altura, o las características físicas y raciales, entre otras. Generalmente, debido a la dificultad o imposibilidad de modificación que conllevan, optamos por cambiar hacia un contexto más favorable para nuestra autoestima. Un ejemplo seria nuestra lengua materna y nuestro acento, aspectos de nuestro autoconcepto que son realmente difíciles de modificar. Por ello, en este último caso, para conseguir incrementar nuestra Autoestima tenderíamos a rodearnos de personas que hablan nuestra lengua materna, antes que modificar nuestro acento y disimular nuestra procedencia étnica y racial. En otras palabras, las características menos modificables suelen ser las que más influencia tienen en nuestra Autoestima y en nuestra toma de decisiones. Sin embargo, vivir en una sociedad tolerante debería de reducir esa importancia.
Además de la modificabilidad, la inversión de tiempo y esfuerzo que hemos empleado en conseguir algo también tiene una importancia vital en nuestra autoestima. Un ejemplo claro es nuestra profesión, nuestros estudios o un deporte al que seamos muy aficionados. Por ejemplo, si queremos ser taxistas, necesitaremos aprender el oficio, obtener una licencia, y hacer un desembolso económico importante. Lo mismo es aplicable para la mayoría de profesiones. En este caso, pues, existe un coste de oportunidad elevado y es por ello que nuestra identidad y nuestra autoestima se relacionan estrechamente con nuestras profesiones.
A todo lo anterior, también hay que añadir la valoración y el estatus social otorgado a estas categorías e identidades. Así, hay determinadas profesiones que, debido a que están altamente institucionalizadas, tienen una gran relevancia para la sociedad. Entre ellas, podríamos nombrar abogados, jueces, médicos, policías, profesores, pilotos, ingenieros, etc. A parte de las profesiones y títulos universitarios, lo mismo se puede decir de los deportes. Solo hay que observar la importancia que se le da a las olimpiadas, o el movimiento de masas que supone el fútbol en Europa; el béisbol, el baloncesto y el fútbol americano en los EEUU; o el hockey sobre hielo en Canadá. Todos estos son ejemplos en los que, partiendo de una valoración social importante, tienen una gran influencia en nuestra autoestima a nivel individual y subjetivo. De hecho, el origen de muchas disputas y conflictos se encuentra en la defensa o lucha por mejorar o mantener el estatus social, aunque sea a costa de intentar deteriorar el de otros.
Al final, pues, la conjunción de valoraciones que hacemos de cada categoría tiene como resultado un menor aprecio hacia nosotros mismos o uno mayor. En consecuencia, si tenemos un concepto extremadamente bajo de nosotros mismos, si pensamos que tenemos poco valor, no podemos querernos ni respetarnos.
Autoestima General y Autoestima Específica
La Autoestima General se puede definir como la actitud individual, positiva o negativa, que tenemos hacia nuestro «yo», entendido como totalidad (Rosenberg, Schooler, Schoenbach y Rosenberg, 1995). En otras palabras, la Autoestima General la podemos entender como el resultado ponderado de la valoración conjunta que hacemos de todas las categorías que conforman nuestro autoconcepto, la cual cosa está profundamente cargada de afectividad. Por ello, tal valoración está relacionada con el bienestar emocional y psicológico.
Las personas con una Autoestima General elevada, aún sabiendo que pueden tener algunos fallos y defectos, tienen respeto por sí mismas y sentimientos de valía personal. En cambio, las personas con baja autoestima les sucede lo contrario: no se respetan a sí mismas y se centran en sus debilidades y defectos, por lo que se consideran a sí mismos como personas sin valor, inadecuadas o deficientes (Rosenberg, 1979). En este sentido, una baja autoestima puede tener consecuencias a nivel emocional, puesto que puede generar gran cantidad de estrés, además de facilitar la aparición de Trastornos Depresivos o Trastornos de Ansiedad (Rosenberg, 1981).
Sin embargo, una autovaloración que se mantenga a niveles moderados puede ser positiva por el hecho de motivarnos hacia el cambio y hacia aprender cosas nuevas (Owens, 1993). En otras palabras, puesto que la auto-actualización es el deseo intrínseco de todo ser humano de incrementar nuestra autoestima, la frustración de dicho deseo genera la energía movilizadora necesaria para mejorarla constantemente (Maslow, 1970). En definitiva, la Autoestima General se relaciona con nuestra motivación, ya que afecta principalmente a nuestra esfera emocional.
Por su parte, la Autoestima Específica no estaría tan relacionada con nuestras emociones sino, más bien, con el comportamiento y la conducta. Concretamente, la Autoestima Específica se relaciona con las categorías concretas y más modificables de nuestro «yo», por lo que tendría un vínculo estrecho con el concepto de Autoeficacia (Bandura, 1982). Este concepto, como se ha dicho más arriba, hace referencia a la confianza que uno tiene en alcanzar determinados niveles de ejecución o desempeño y, por lo tanto, determina el esfuerzo y la persistencia que uno invertirá en conseguir un objetivo. Obviamente, a la larga, y si un patrón negativo se repite a lo largo de distintas esferas de la vida de una persona, puede tener repercusiones importantes en la Autoestima General y, por lo tanto, en la esfera afectiva.
En resumen, mientras que la Autoestima General nos da la motivación para “mejorarnos a nosotros mismos”, la Autoestima Específica se relaciona con la capacidad que tenemos para llevar a cabo esas “mejoras”.
Reglas de Oro para tener una Buena Autoestima: no hacer de la Anécdota una Categoría
Una buena Autoestima implica sentirnos:
- Seguros: adquirir unas pautas que sean el reflejo de una escala de valores
- Capaces: adquirir la capacidad para resolver problemas y situaciones conflictivas
- Importantes: disponer de recursos y oportunidades para influir en las circunstancias que afectan a nuestra vida.
- Únicos: reconocernos especiales y diferentes a las otras personas.
- Acompañados: establecer lazos con diferentes grupos o personas.
Para ello, a continuación proponemos una serie de reglas importantes para poder conservar una buena Autoestima. Todas estas reglas tienen un estrecho vínculo con las definiciones que hacemos de nosotros mismos, es decir, con el Autoconcepto, tal como hemos explicado más arriba.
Tolerar los fracasos:
- En la vida de cada persona existen tanto fracasos como éxitos. No siempre se gana; si no, la vida sería un poco aburrida.
Aceptar los errores:
- Todos cometemos errores. Los errores son inevitables y son la parte más importante de cualquier aprendizaje.
- Hay que tolerar un porcentaje de error dentro de nuestra vida.
Proponerse metas alcanzables:
- Debemos plantearnos metas concretas y alcanzables a través de nuestro propio esfuerzo. Los objetivos irreales o imposibles son una fuente de estrés, frustración y tristeza.
- El éxito en las pequeñas metas nos ayuda a alcanzar metas mayores. Hasta el más largo camino se empieza con un primer paso.
Relacionarse con los demás:
- Practicar una comunicación asertiva y empática, respetando nuestros derechos pero también los de los demás.
- Fomentar el contacto con personas agradables y alejarse de aquellas personas desagradables, que no nos respetan y cargadas de negatividad.
Controlar las emociones:
- Implica, en primer lugar, reconocerlas. Este es un elemento importante, tanto que a la incapacidad para reconocerlas se le denomina «Alexitimia». Acto seguido, es muy importante responsabilizarnos y hacernos dueños de nuestras emociones negativas (tristeza, celos, rabia, ansiedad, etc.). Esto nos llevará a sentirnos mucho mejor con nosotros mismos, así como a entender a los demás.
Atender a lo que tenemos positivo:
- Es importante recordar nuestras habilidades, conocimientos y experiencias que hemos ido adquiriendo, así como los buenos momentos que hemos vivido.
Realizar actividades agradables en las que seamos competentes:
- Es importante alternar nuestros deberes y obligaciones (trabajo, ocupaciones familiares, etc.) con ratos de ocio que nos hagan disfrutar y desconectar (pasar el rato con amigos, hacer deporte, leer, escuchar música, etc.).
No comprarse constantemente con los demás:
- Sólo conociéndonos a nosotros mismos en profundidad, con nuestras cualidades y nuestros defectos, nos puede conducir a superarnos constantemente. Para saber a dónde queremos ir, debemos saber dónde estamos.
Solucionar lo que pueda solucionarse:
- El viejo refrán dice: si el problema tiene solución, ¿para qué preocuparse?; y si no tiene solución, ¿para qué preocuparse? Los sucesos negativos que ocurrieron en el pasado ya no tienen solución. Debemos centrarnos en el aquí y el ahora, en lo que se puede hacer ahora para mejorar nuestro presente y nuestro futuro.
Tratarse bien:
- Es importante que nos mimemos y que nos cuidemos. Llevar una buena alimentación, no descuidar nuestra imagen personal, regalarnos algún masaje, etc.